sábado, 9 de diciembre de 2017

Adviento: tiempo de esperanza

En el Tiempo de Adviento nos preparamos para celebrar el Misterio central de nuestra fe: la Primera Venida de Cristo al mundo.


Es un tiempo de esperanza. En la Corona de Adviento hay cuatro velas: cuatro domingos, cuatro milenios de expectación...". (R. GUARDINI, Verdad y Orden. Homilías universitarias, Madrid 1960, p. 13 a 21). Es un símbolo del tiempo que tuvo que transcurrir desde la caída del primer hombre hasta que vino el Redentor. Habla del adventus Domini, de la llegada del Señor, y exhorta a prepararse a esa venida.

La luz de cada vela nos acerca a la Navidad y nos recuerda lo que ya ha pasado: la espera y llegada del Redentor. Cada una de las velas que arden nos dice: «Alégrate de la santa llegada y da gracias». Pero ¿dice sólo eso el Adviento?

Las venidas de Cristo

Reflexionamos sobre las tres venidas de Cristo: la Navidad, su Glorioso Retorno y su Venida diaria, en la Eucaristía y en la Presencia suya en nuestra alma en gracia.

«Aunque las fiestas de la Iglesia recuerdan algo pasado, son también presente, realización viva; pues, lo que ha ocurrido una vez en la Historia, debe volver a ocurrir una vez y otra en la vida de los creyentes. Una vez vino el Señor, para todos; pero debe volver siempre, como por primera vez, para cada uno» (Mons. Javier Echevarría, Carta del 28-XI-95).

Todo ocurre de una manera discreta, oculta, en un clima de silencio y recogimiento. Muy pocos saben que Cristo está a punto de nacer.

También, cuando venga Cristo al Final de los Tiempos, muy pocos se darán cuenta de que se está cumpliendo el tiempo. Muy pocos apreciarán las señales que anunciaron los profetas, repetidamente, en el Antiguo Testamento, el mismo Cristo, y luego muchos santos y santas.

Tampoco muchos son conscientes de que Cristo viene a nuestra alma todos los días, en su Palabra, en su Gracia y, sobre todo, en la Eucaristía.

Liturgia de Adviento

El Adviento es un tiempo de recomenzar la lucha por la santidad, de esperanza y alegría, de oración y recogimiento, de penitencia y purificación.

La mejor manera de preparar el Adviento es participar en la Santa Misa, si es posible, todos los días. La Liturgia de Adviento es especialmente rica: oraciones, salmos, lecturas…

Por ejemplo, le pedimos al Señor:

Fac, quaesumus Domine Deus Noster, Adventum Christi Filii tui sollicitus espectare, ut dum venerit pulsans, orationibus vigilantes, et in suis inveniat laudibus exultantes (Colecta de Adviento). “Señor, Dios Nuestro, te pedimos esperar solícitos la Llegada de tu Hijo Jesucristo, vigilando con oraciones, para que nos encuentre cantando tus alabanzas”.

“El que viene llegará  sin retraso, y ya no habrá temor en nuestra tierra, porque él es nuestro Salvador” (Antífona de entrada, 19 de diciembre).

El tiempo del Adviento se divide en dos partes por el 17 de diciembre. En la primera (antes del día 17) hay también dos partes: del lunes de la 1ª semana al jueves de la 2ª se lee en la 1ª lectura al Primer Isaías (segunda venida de Cristo) y del jueves de la 2ª al viernes de la 3ª se lee a Juan Bautista en el Evangelio. Del 17 al 24 de diciembre la lectura está tomada del Segundo Isaías (anuncios esperanzadores) y el Evangelio de Mt y Lc. El Prefacio I de Adviento resume admirablemente la espiritualidad del Adviento. Los domingos: 1º (2ª venida de Cristo), 2º y 3º (Juan Bautista), 4º (María). En todo el Adviento hay un tinte mariano.

Es muy oportuno repetir frecuentemente la jaculatoria: “Ven Señor Jesús”, “Veni Domine Iesu” (latín), “Marana tha” (griego).

Tiempo de oración y esperanza

El Adviento es tiempo de oración. La humanidad se mantuvo en oración por cuatro milenios (corona de Adviento). Una oración llena de expectación, llena de alegría expectante.

Lo primero es la oración. Necesitamos paz interior, buena voluntad, recogimiento. Necesitamos estar más en sintonía con el mundo sobrenatural. Necesitamos mantenernos en una oración llena de esperanza.

«Fomentad constantemente la virtud teologal de la esperanza. Si la caridad es fuego, y la fe luz, la  esperanza es como el calor que mantiene la presión de la lucha interior: nos empuja adelante con deseos de trabajar y de proseguir en el combate, porque nos asegura que alcanzaremos la victoria» (Beato Álvaro del Portillo, 1977).

Tiempo de penitencia

Además, el Adviento es tiempo de purificación: parate vias Domini, rectas facite semitas eius. «Aparejad los caminos del Señor y haced rectos sus senderos».

·        «todo valle se hinche»: confianza en Dios, quitar las pusilanimidades;
·        «todo monte y collado se abaje»: humildad, quitar la altivez y la soberbia;
·        «los caminos torcidos se hagan rectos»: enderezar toda nuestra vida hacia los bienes celestiales dejando a un lado los terrenos;
·        «los ásperos se allanen»: mansedumbre, espíritu de servicio».

Como tres son las malas inclinaciones que tenemos: soberbia de la vida, concupiscencia de la carne y concupiscencia de los ojos, también tres son los actos principales de penitencia: oración, ayuno y limosna. Pero, lo más importante, es la actitud interior: el dolor de amor, la compunción. "Más ofende a Dios que el pecado mismo, el que los pecadores no sientan dolor de sus pecados" (S. Juan Crisóstomo).

Hacer una buena confesión es el mejor acto de penitencia.

Podemos dar a la Santa Misa sentido propiciatorio (Confiteor, Agnus Dei...); decir jaculatorias; ofrecer un trabajo bien hecho,  convertido en oración.

Además, vale  la pena "cursar con aprovechamiento la asignatura del dolor"  (Camino, 209, 211, 182). Aprovechar el dolor físico (los tesoros del hombre sobre la tierra, reciedumbre, dolor voluntario), y el  dolor moral (limitaciones, pecados, penas, sufrimientos,  contrariedades...). Tienen un sentido: purificación, brillo al alma, nos hacen vivir con templanza, eficacia apostólica). Cfr.  Lc 14, 26-27.

Las obras de caridad también son penitencia porque cuesta salir de uno mismo y darse a los demás; cuesta hacer un  apostolado profundo y sobrenatural; cuesta corregir a nuestros hermanos; cuesta estar vigilante y tener detalles de cariño en la vida familiar; cuesta vencer la inercia: "quien salva el alma de un  pecador, cubre la muchedumbre de sus propios pecados".

Rorate Caeli

«Rorate caeli de super, et nubes pluant iustus» (Ant. de entrada, 24 de diciembre). “Destilad cielos desde lo alto, y que las nubes lluevan al justo”.

La tierra entera gime por la venida del Salvador, que es como rocío del cielo. Es como una semilla que cae en la tierra y en cada corazón humano.

Hay tres personajes que destacan especialmente durante el Adviento: Juan Bautista, San José y Santa María. Los tres nos ayudarán a acercarnos más preparados a Jesús.

Deseamos que el Señor nazca en nosotros, para vivir y crecer con Él, y lleguemos a ser el mismo Cristo. Que se note que renacemos para la comprensión, para el amor, que, en último término, es la única ambición de nuestra vida.



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