sábado, 17 de junio de 2017

"La fuerza del silencio" (1)

Ha terminado el Tiempo Pascual y hemos celebrado las Solemnidades de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi, que son como dos grandes joyas de la Corona del Año Litúrgico. Ahora nos adentramos de nuevo en el Tiempo Ordinario.


Benedicto XVI decía que “la crisis de la Iglesia es una crisis de la liturgia”.

Recientemente, en el epílogo a la edición italiana del libro del Cardenal Robert Sarah, “La fuerza del silencio”, el Papa emérito apuntaba que “con el cardenal Sarah, maestro del silencio y de la plegaria interior, la liturgia está en buenas manos”.

La liturgia se ejercita particularmente en los Sacramentos pero, de alguna manera, abarca todo el cosmos, porque a través de la liturgia damos culto a Dios, y nuestro culto al Dios Uno y Trino no se limita a la participación en los Sacramentos de la Iglesia, sino que abraza toda nuestra vida. Como decía san Josemaría Escrivá de Balaguer, los bautizados “somos sacerdotes de nuestra propia existencia” porque tenemos el sacerdocio común de los fieles.  

Un elemento esencial en la acción litúrgica es la importancia de sumergirnos en el silencio de Dios. Así vivimos intensamente la renovación del Sacrificio de Cristo, que se lleva en los altares del mundo durante la Santa Misa.

Pero, además, el silencio es importante a lo largo de toda nuestra jornada diaria. No se puede se alma contemplativa si no luchamos por mantener un recogimiento habitual, si no luchamos contra la dictadura del ruido, que busca alejarnos de la presencia de Dios.

De todo esto escribe el Cardenal Sarah en su último libro, que no tiene desperdicio.

Con motivo del reinicio del Tiempo Ordinario en la liturgia de la Iglesia, en estos próximos posts, nos hemos propuesto recoger y, en ocasiones, comentar algunos textos de “La fuerza del silencio” (en castellano: Ediciones Palabra, Madrid 2017; en adelante lo citamos abreviadamente: FS), que nos ayuden a emprender, en nuestra vida ordinaria, el camino a la santidad.

El Cardenal Robert Sarah nació en Guinea en 1945. Sacerdote desde 1969, en 1979 fue nombrado arzobispo de Conakri, con 34 años de edad. En 2001 Juan Pablo II lo llamó a la Curia romana, donde desempeñó sucesivamente dos altos cargos. Benedicto XVI lo creó Cardenal en 2010, y en 2014 Francisco lo nombró Prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos.

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El silencio y la oración de los cartujos

El Cardenal Sarah escribió su libro “La fuerza del silencio” gracias al encuentro con el hermano cartujo Vincent-Marie, durante la última etapa de su vida.

El hermano Vincent falleció el domingo 10 de abril de 2016, en la abadía de Lagrasse, entre Narbona y Carcasona (Sur de Francia), destrozado por una esclerosis múltiple que le impedía hablar. El Cardenal Sarah llegó ese día al monasterio para enterrar a su amigo, con quien jamás pudo conversar. “La amistad del Cardenal Sarah con el hermano Vincent, nació en el silencio, creció en el silencio y continúa existiendo en el silencio” (FS, Prólogo de Nicolás Diat, p. 12).

Actualmente el Padre General de la Orden de los Cartujos es dom Dysmas de Lassus, y es el n° 74, desde 1084, fecha de la fundación de la Orden por san Bruno de Colonia.

“El hermano Vincent-Marie vivía ya en esta tierra inmerso en el gran silencio del Cielo” (FS, p. 11). Vivía así, hasta el día de su muerte. “Después de tantas pruebas, el final del camino fue apacible. Los rayos del paraíso atravesaron sin ruido las ventanas de su habitación” (FS, p. 12).
Las tumbas de los cartujos ocupan el centro del claustro. No tienen nombre, ni fecha ni palabras de recuerdo. Cruces de piedra para los generales y de madera para los padres y hermanos. Se les entierra en la tierra, sin ataúd, sin lápida. No hay señal distintiva que recuerde una existencia propia. Desde 1084 los cartujos no quieren dejar ninguna huella. Su lema muestra con gran claridad que lo único importante en la Cruz de Cristo: Stat crux dum volvitur orbis. “Mientras el mundo da vueltas, la Cruz permanece firme” (FS, p. 18-19).

Dios acoge especialmente los oficios nocturnos de los cartujos, que se llevan a cabo desde las 12:15 a las 2:30 am. “La vigilia es la luz de la conciencia, exalta la mente y concentra el pensamiento. A través de ella el intelecto levanta vuelo y fija la mirada sobre las realidades espirituales mientras, rejuveneciendo gracias a la oración, brilla de esplendor” (FS, p. 18).

Aunque el libro del Cardenal Sarah se inspire en el silencio de los cartujos, todo él está pensado para ayudarnos a los cristianos que vivimos en medio del mundo: también nosotros necesitamos imperiosamente del silencio, como medio para encontrar a Dios en nuestra vida ordinaria. 



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