martes, 19 de febrero de 2013

Nuestra oración por la Iglesia y por el Papa

Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, agradece a Benedicto XVI "su rico y fecundo Magisterio, y también su ejemplo humilde y generoso de servicio a la Iglesia y al mundo" (ver noticia y una selección de textos, discursos y homilías de Benedicto XVI).


El 11 de octubre, al hacerse pública la decisión del Papa, Mons. Javier Echevarría hizo la siguiente declaración: 
La Iglesia siente hoy una especial necesidad de agradecer a Benedicto XVI su rico y fecundo Magisterio, y también su ejemplo humilde y generoso de servicio a la Iglesia y al mundo.  
En este momento singular de la historia de la Iglesia, los fieles de la Prelatura –sacerdotes y laicos rezamos por la Persona y por las intenciones de Benedicto XVI; y, unidos al Papa y a toda la Iglesia, pedimos al Espíritu Santo que derrame su gracia en abundancia sobre el pueblo de Dios y sus Pastores. Junto a Benedicto XVI invocamos especialmente la ayuda del Paráclito para el futuro Romano Pontífice.  
+ Mons. Javier Echevarría
Prelado del Opus Dei
Son palabras que nos pueden servir para transcurrir estos días unidos al Romano Pontífice y al a Iglesia. 

Aunque las profecías de muchos videntes antiguos y actuales nos anuncien la proximidad de un tiempo difícil e incierto para la Iglesia, nuestra obligación, como buenos hijos suyos, es rezar por Ella y, junto a Benedicto XVI, invocar especialmente la ayuda del Espíritu Santo para el futuro Romano Pontífice. Sea quien sea el próximo Papa, pedimos a Dios que lo conserve, le dé vida y fuerzas para cumplir su misión, lo haga un Papa muy santo en la tierra y no permita que caiga en manos de sus enemigos.

Aunque algunas profecías, para tiempos futuros, nos anuncien que el próximo Papa pudiera ser un impostor y llevar a la Iglesia a un cisma, nosotros no debemos prejuzgar los planes de Dios sobre el mundo, sino mantenernos a la escucha y en oración. Los caminos del Señor son inescrutables y sus sendas incomprensibles. Vivimos en la oscuridad del misterio. Sin embargo, la fe nos hace luminosos los misterios de Dios. La luz de la fe nos ayuda a tener una mirada más profunda, y protege nuestro corazón de la desesperanza. Jesús nos quiere humildes y sencillos como niños; abiertos a la acción de su gracia.

Estamos en las manos de Dios. Lo que Él nos pide es mantenernos en una oración continua; atentos, sí, a los signos que el Señor nos envía, pero confiados y abandonados en Él, sin adelantar juicios. "Qui iudicat Dominus est". "El que juzga es el Señor". 

Podemos, como siempre, aprender de la actitud de María que meditaba y ponderaba, en su corazón, las palabras y los hechos de la vida de su Hijo, asombrada y llena de esperanza; siempre agradecida y con una aceptación rendida a la voluntad de Dios.

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